martes, 3 de febrero de 2015

"Sweet dreams o ayer fue día de La candelaria y no me visitó ningún tamal"

   Hay que soplar. El calor fatiga y más la desesperanza. Hace días Gregorio y José se han dado vueltas como un caracol. Se han perdido, se han encontrado pero no salido del laberinot. "Si realmente hubiera estudiado en serio" se dice para sí mismo José. Lo ha traicionado el pensamiento, brotaron las palabras. Se sintió traicionado por sus labios resecos. Gregorio lo mira ausente. Había pensado lo mismo solo que el, muerde sus labios. Aprisiona las palabras. Además de estos pensamientos hay comezón en la cabeza, no ha podido conseguir ropa, ni un lugar para bañarse, tampoco las ganas. Las pocas monedas son para algo barato con que poder engañar a las tripas.

   El cielo no ayuda, el sol ha estado oculto hasta este momento, se ha definido en 5 pm y ahora como de costumbre empieza su caída para darle paso a la luna que, pronto Gregorio y José se resisten a aceptarla. Es difícil pensar en la noche con el romanticismo de hace años que aunque ya presagiaban este mal momento, daban ese entonces flashazos de alegría. La vida no era tan noche.

   La noche caerá, es inevitable; y la gente empezará a salir de sus trabajos y después de llenar las calles con un tráfico intenso, llenaran sus casas. Gregorio y Jósé no tienen una, solo la noche, solo un rincón,  cómplices de unos gatos, cucarachas, ratas, perros.

   Son las 5 de la tarde y es el momento de la angustia, de la mediocridad del día. Los soles artificiales solo iluminaran la tristeza. Se irá a dormir el ruido, pero no el silencio, no Gregorio, no José.

   Son las 5 de la tarde y es hora de la medicina, del placebo  porque no hay cura para esta enfermedad crónica, solo sonreir, sonreir al holograma que ambos ven, a esos recuerdos hermosos que se suceden unos a otros y que revientan cuando la felicidad empieza, como burbujas de jabón.

   José deja el entumecimiento y empieza a caminar muy lento, muy torpe, mientras mira al cielo pleno de imágenes polaroid. Gregorio cree más en las 5 de la tarde y el momento que la felicidad existe. José da pasos torpes y un gato se le ha unido, le hace más torpe el caminar. Un gato tan frágil y solo, como él. Lo mira y espera verlo sonreir. Recuerda a María Rivera, su amiga que hoy debe andar rodando y rebotando con la felicidad a cuesta en alguna compañía petrolera (ella sí estudió).
A María no le gustaban los gatos y decía que eran estúpidos, que no miran como los perros  ¿ Sabía ella que miraban los perros y gatos ? y que eran estúpidos por caminar siempre delante de las personas haciendolas trpoezar. 

   José tropieza con el gato y se detiene para mirar a Gregorio que tambien a empezado a caminar detrás de él. Ahora José sonrie como un gato, Gregorio tropieza. Ambos han sido piedra de tropiezo para su propio camino y aunque lo saben, son el familiar, el amigo que no existe. Son el espejo en que se reflejan cada vez que despiertan, son la manera de medir su grado de descomposición.

   Gregorio ha conseguido dos pesos, José aún nada. El día se está acabando, así también la oportunidad de un trago. Las calles empiezan a calmar su tránsito, las alucinaciones sortean el día, ya casi oscurece, ya casi es noche.  Sweet dreams ! dice José y la noche como gato, sonrie.