Una ocasión, Franklin Rufo se paró en medio de la calle Madero, frente al palacio municipal y echó la mirada al fondo de esa calle, sentí su mirada atravesar desde el palacio hasta las cercanías de la casa del pueblo, o más allá, dijo con admiración: ¡ parece Villahermosa !. Yo me reí un poco sorprendido, Franklin se había admirado por la gran cantidad de carros que habían ahí estacionados, a esa hora.
Que Cunduacán pareciera Villahermosa, era como un logro, una realización plena. Esta ocasión fué tal vez por algún evento. hoy esta calle luce así a diario y lejos de alegrarme como Franklin, me produce naúseas. Cunduacán, es cierto, se está alejando de ser un cálido pueblo y se convierte en una ciudad infestada de carros. Hace días ya ví funcionar nuevos semáforos...
No, no me gusta Cunduacàn con tantos autos...
No, no me gusta Cunduacàn con tantos autos...